24 enero 2007

Muestras de disgusto

 

Muestras de disgusto

Hay ocasiones en las que el dominio personal sobre las reacciones es superado por el disgusto que le causa una acción - o una serie de ellas - que lastiman el sentimiento del ánimo; de ese sentimiento que ha crecido de la raíz profunda y fuerte de la justicia y que es fundamento para la buena y sólida relación humana. Cuando ello ocurre, de forma más o menos continuada, el ser humano muestra su disgusto. Unas veces lo hace de forma más o menos discreta, que pasan casi inadvertidas, pero hay otras ocasiones en las que se hace público ese descontento y ello supone una llamada de atención, tanto para quienes va dirigida como para el resto de la sociedad, aunque en ésta - por no ser homogénea dada la libertad de cada persona - no cale por igual en toda ella. Cuando el disgusto en la sociedad llega a tener una cierta entidad, en cantidad y variedad, debe analizarse el por qué de ello.

El análisis de la situación que muestre la sociedad, en cualquier tiempo, requiere una delicadeza grande y exquisita en todo momento ya que se trata de sentires humanos; tanto de lo que el espíritu demanda a cada cual cómo de las necesidades materiales de unos y otros. No es tarea fácil pero, por supuesto, no imposible. Hay que trabajar en ello a fondo, sin dejar algo sin atender y llegando hasta las más diminutas derivadas. Es así la atención que se debe a todo ser humano y a la suma de ellos, a la sociedad. Cuando por vocación u otras causas se acepta la misión de dirigir, gobernar o mandar a una sociedad, no se debe orientar la mente en una dirección personal sino que se ha de servir aquello que la sociedad demanda, en justicia, sin olvidar nada de lo que en ella existe. La sociedad es diversa en su ser y su sentir.

Hace unas pocas semanas, al finalizar un partido de fútbol, el entrenador de uno de los equipos participantes mostró su disgusto a algunas personas del público que criticaban su actuación. Lo hizo por medio de un gesto nada elegante y, naturalmente, tuvo una sanción. Es posible que tuviera razón en su disgusto, pero la forma utilizada no fue la correcta y esto motivó la sanción. Sin embargo sería injusto que quienes motivaron ese disgusto no fueran señalados como culpables del hecho, en todo o en parte. Cuando algo sucede en la sociedad debe examinar su conducta quien tiene como misión gobernarla, analizando no sólo la forma en que se manifiesta sino lo que, desde su origen, la haya podido motivar.

En la sociedad se necesita el concurso de todos para que su funcionamiento sea bueno, no sólo en la forma sino en el fondo, que es lo verdaderamente esencial. Las olas que llegan a las orillas tiene una forma que es consecuencia de la mar de fondo que existe a una cierta distancia. Hay relación directa entre una y otra.

En la vida de la sociedad ocurre igual. Todo tiene relación entre sí. No se puede despreciar nada. Hasta lo más pequeño tiene valor y éste puede ser importante.

Manuel de la Hera Pacheco.- 24.Enero.2007

Tomado de Andalucía Liberal

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