A Loyola de Palacio
No pasó desapercibida Loyola de Palacio, mujer de reconocido prestigio, un fenómeno social, que supo estar siempre al pie del cañón, segura de que " la única batalla que se pierde es la que no se da". El cumplimiento profesional suele ir paralelo al cumplimiento familiar y social. Así era en Loyola, como bellamente supo expresarlo, en excelente artículo de ABC, su hermana Ana ( 23-1-06).
En las personas coherentes, es lo más natural, pues lo uno y lo otro brotan de la misma raíz: la conciencia clara del deber, unido a una voluntad firme de bien. Loyola fue en todo un ejemplo: como hermana atenta, como amiga (amiga de sus amigos en donde las hubiera), como profesional (apreciada por la gente del campo por su coraje y tesón en la defensa de nuestros intereses económicos en Europa).
Yo le profesaba honda admiración a esta señorita, político de raza, mujer pudorosa y de sonrisa franca. Tan batalladora, ¿ no nos recuerda a las grandes de la historia? Creo que no se la debe olvidar, que alguien debería transmitir su ejemplaridad a las generaciones futuras de cualquier facción política. Un proyecto suyo poco conocido: fue impulsora de actividades de Prensa, los diarios liberales, que cantan la verdad cada día, como las cantaba ella en tribuna parlamentaria.
¡ Cuánto se la echa de menos ahora que densos nubarrones se ciernen sobre nuestra política agraria! En Bruselas no la olvidan y se reza por su alma: una Misa en Notre Dame, en el Sablon, el 31 a las 13:15 horas. Seguro que Dios ya ha recogido a esta mujer recia y alegre, "erguida como el roble", referente de valores, tan profunda que se daba cuenta de que " bajo el aparente hedonismo de nuestra sociedad, existe una sed profunda de certezas, de arraigo, de referentes, de España".
J. R. G.
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