18 junio 2007

Drogas blandas, consecuencias duras

Drogas blandas, consecuencias duras

Drogas blandas, consecuencias duras
Nuevas evidencias de los peligros de la marihuana

ROMA, viernes, 15 junio 2007 (ZENIT).- Muchos sostienen que sería mejor levantar las restricciones a las así llamadas drogas blandas, como la marihuana. El tema se está debatiendo actualmente en Italia, donde la política del gobierno se divide entre las tendencias en conflicto.

La ministra de sanidad Livia Turco ha anunciado la propuesta de enviar inspectores que investiguen las drogas en los colegios públicos, como consecuencia de la preocupación por el consumo de marihuana por colegiales, informaba el 28 de mayo la agencia de noticias italiana ANSA.

«Debemos embarcarnos también en una campaña de información más extensa para convencer a nuestros hijos para que eviten las drogas», declaraba Turco. Este último anuncio muestra un marcado contraste con una propuesta lanzada hace poco por la misma ministra de sanidad para elevar la cantidad de marihuana o cannabis que un individuo puede poseer sin ser procesado. Parece que la propuesta se ha abandonado tras las fuertes protestas que suscitó.

Uno de los que han intervenido en la discusión ha sido el padre Pierino Gelmini, fundador de «Comunità Incontro», una comunidad con sede en la ciudad de Amelia, en Italia central, dedicada a ayudar a drogodependientes. En una larga entrevista publicada el 27 de mayo por el periódico Il Messaggero, el padre Gelmini declaraba que en los 44 años de trabajo con drogodependientes, él y la comunidad por él fundada han salvado a cerca de 300.000 personas.

Basándose en sus décadas de experiencia, el padre Gelmini se mostraba muy crítico con cualquier medida que suavice las leyes sobre consumo y posesión de drogas. Cada día en Italia, apuntaba, docenas de jóvenes mueren de sobredosis. La gente quiere que sus hijos estén libres de drogas, no que haya drogas libres, exclamaba.

La gente se equivoca si piensa que drogas como la marihuana son inocuas, indicaba. Además son la puerta a otras adicciones. El padre Gelmini añadía, sin embargo, que no es suficiente con sólo quitarles las drogas a los adictos, es necesario que el vacío interior de la gente se llene con ideales y valores que les ayuden a construir una nueva vida.

Cambio de opinión
La preocupación por los efectos dañinos de drogas como la marihuana está más que justificada. De hecho, hace poco la edición dominical del periódico británico Independent presentó en su portada un cambio de opinión en su política de favorecer la despenalización del cannabis.

El periódico publicó el 18 de marzo una serie de artículos sobre la marihuana. Uno de ellos pedía a los lectores que perdonaran al periódico su postura tomada en 1997 a favor de que se despenalizara el cannabis.

En enero del 2004 el gobierno británico bajó de grado el cannabis, pasando de una droga de clase B a una de clase C. Esto significa que los que posean pequeñas cantidades de la droga no podrán ser arrestados.

Las evidencias indican, sin embargo, que la decisión fue una mala medida. El Independent explicaba que el cannabis que se vende en la actualidad es mucho más potente que el de hace una década. Ha habido un aumento de hasta 25 veces en la cantidad del ingrediente psicoactivo principal, el tetrahidrocannabidinol (THC), si se compara con los primeros años noventa.

Más de 22.000 jóvenes fueron tratados en Gran Bretaña el año pasado por su adicción al cannabis, indicaba el artículo. El periódico citaba una investigación publicada en el diario médico Lancet que demostraba que la marihuana es más peligrosa que el LSD o el éxtasis.

El Independent también citaba al profesor Colin Blakemore, jefe del Consejo de Investigación Médica, que respaldó la campaña del periódico por la despenalización del cannabis. Desde entonces ha cambiado de opinión. «Actualmente está totalmente clara la relación entre el cannabis y la psicosis; no lo estaba hace 10 años», afirmó Blakemore.

Otra opinión citada era la de Robin Murria, profesor de psiquiatría en el Instituto de Psiquiatría de Londres. Murria estimaba que al menos 25.000 de los 250.000 esquizofrénicos del Reino Unido podrían no estar enfermos si no hubieran consumido cannabis.

«La sociedad ha subestimado gravemente lo peligro que es en realidad el cannabis», declaraba al Independent el profesor Neil McKeganey, del Centro de Investigación de Consumo de Drogas de la Universidad de Glasgow. «Creo que nos enfrentamos a una generación marchita por los efectos del consumo de cannabis».

Sólo unos días después, el 24 de marzo, el periódico británico Times publicaba evidencias sobre los peligros de la marihuana. El Times citaba un estudio publicado en la revista Addiction, que advertía que para finales de la década uno de cada cuatro nuevos casos de esquizofrenia podría achacarse al hecho de fumar cannabis.

El departamento de sanidad, según el periódico, dice que actualmente hay un acuerdo en general entre los doctores en que el cannabis es un factor causal importante de la enfermedad mental.

No es blanda
El Independent volvió al debate el 25 de marzo. Entre otros artículos estaba la columna de opinión de Antonio Maria Costa, director ejecutivo de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito.

El cannabis no es ni mucho menos una droga «blanda», advertía Costa, refiriéndose a los peligros para la salud mental. Recomendaba que los países invirtieran mayores recursos en prevención, tratamiento y rehabilitación en lugar de debilitar las medidas legales sobre su posesión y consumo.

Costa daba el ejemplo de Suecia, donde el consumo de drogas es sólo un tercio de la media europea, y donde el gasto en control de drogas es tres veces el de la media europea. «Los gobiernos y las sociedades deben mantenerse firme y evitar verse agitados por nociones equivocadas de la tolerancia», afirmaba Costa.

El 22 de abril, Independent publicaba más material sobre los peligros de la marihuana. Un estudio, de diez años de duración, ha seguido a 1.900 escolares hasta los 25 años. El estudio comparaba a los bebedores de alcohol con los consumidores de cannabis. Quienes comenzaron a consumir la droga en la adolescencia tenían una mayor probabilidad de sufrir enfermedad mental, teniendo problemas de relación, con problemas escolares y despidos en sus trabajos.

La investigación fue realizada por el Centro de Salud Adolescente en Australia de la Universidad de Melbourne y publicada en la revista Addiction.

«El cannabis parece en realidad la droga que escogen los futuros perdedores en la vida», afirmaba el profesor George Patton, que llevó a cabo el estudio.

El 30 de abril se aportaba más evidencias con un reportaje de la BBC sobre nuevas pruebas sobre problemas de salud mental. Un estudio llevado a cabo por el Instituto de Psiquiatría de Londres descubrió que las personas que tomaban el ingrediente activo de la marihuana, el THC, mostraban una actividad reducida en el área del cerebro llamada córtex frontal inferior, que se ocupa de los pensamientos y comportamientos inadecuados, como los juramentos y las paranoias.

Un segundo estudio citado por la BBC, esta de un equipo de la Universidad de Yale, encontró que cerca del 50% de los voluntarios a los que se administró THC comenzaron a mostrar síntomas de psicosis.

Pérdida de dignidad
El Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios abordó la cuestión de las drogas en un manual pastoral titulado «La Iglesia: Drogas y Adicción a las Drogas», publicado en el 2001. Desde un punto de vista moral la Iglesia no puede aprobar el consumo de drogas, explicaba el texto, porque implica una renuncia injustificada a pensar, querer y actuar como personas libres (No. 43).

El consejo decía que los individuos no tienen el «derecho» a abdicar de su dignidad personal o a dañarse a sí mismos. La liberalización de las leyes que controlan las drogas, advertía el consejo, corre el riesgo de crear una clase inferior de seres humanos subdesarrollados, que dependen de las drogas para vivir. Esto sería un abandono del deber del estado de promover el bien común (No. 51).

En lugar de extender el acceso a las drogas, el manual proponía una mayor educación que enseñe a las personas el verdadero sentido de la vida y dé prioridad a los valores, comenzando por los valores de la vida y el amor, iluminados por la fe. La Iglesia también propone una terapia de amor y dedicación a las necesidades de los adictos para ayudarles a superar sus problemas (Nos. 53-55).

Soluciones que será difícil poner en práctica, pero que ofrecerán un remedio acorde a la dignidad humana.

Por el padre John Flynn, L.C.
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